Uruguay tiene un extraño parecido a Finlandia.
No conozco ninguno de los países, extremas sus diferencias por la enorme distancia que los separa. Pero, como Marta y Herman con "las cataratas" en la historia, sí que he visto fotografías y películas, he leído algo aunque no hablado mucho de ellos. Algo he oido.
Puesto que las referencias que tengo del país escandinavo son principalmente cinematográficas, encuentro una enorme similitud entre los tiempos relatados en las historias del norte frío y la que anoche contemplé del sur lejano. Que es muy gris, por como lo pintan Rebella y Stoll, aunque no me creo que sea tanto. Exageran. Miran sólo una parte, oscura, triste, completamente fuera de su tiempo; pero real.
La historia que se cuenta es muy sencilla. Un judío cincuentón, tal vez cuarentón pero muy envejecido, Herman Köller, tiene una pequeña fábrica de calcetines en las que trabajan Marta y otras dos empleadas. Cuando su hermano pequeño regresa de Brasil para la colocación de la lápida de su madre, que murió un año atrás, Herman le pide a Marta que simule ser su esposa para no mostrarle a su hermano lo triste y solitaria que es su vida.
Pero lo más importante no es el qué, sino el cómo. Los directores uruguayos Rebella y Stoll han elegido dejar la cámara quieta, y casi también a los personajes. Espacios añejos, máquinas desfasadas, polvo hasta en los fluorescentes, humedades en la persiana, un coche que más que arrancar, carraspea... Señales todas de una vida pasada que, sin duda, fue mejor, pero que hace tiempo que ya no es.
Enseñan la (insoportable) rutina que es el trabajo en la fábrica, la vida vacía de un hombre que no tiene nada más que su pequeña empresa, puesto que se entregó al cuidado de su madre cuando su hermano pequeño prefirió emigrar. Se me ocurría una frase viendo a Herman Köller: la vida es eso que les pasa a los demás cuando tú ni siquiera estás mirando.
Marta, una sencilla empleada, no está a gusto con su vida, aunque no encuentra la manera de cambiarla. Pequeña, pasada de edad, su evasión es una canción que escucha compulsivamente en el trabajo, en el autobús...
El que sí que ha vivido ha sido Jacobo. Regresa a casa después de muchos años y trae vida a dos personas que no la tienen. Trae alegría, el recuerdo de los años felices con el viaje a la costa, aunque allí también todo es caduco.
No sé si, como dicen, la película pretende reflejar Uruguay y es una metáfora de la situación en la que está el país. En cualquier caso, resulta un efectivo espejo en el que mirar cómo anda cada uno, en qué punto de su vida se encuentra. Puesto que Whisky te acompaña durante un buen rato después del (maravilloso, para mí) final, incluso se hace más intensa el día después, se convierte en una buena excusa de reflexionar.
Y a todo ésto, ¿dónde pega el whisky del título?
Los personajes dicen esa palabra para sonreír cuando les hacen una foto. Herman es la única vez que lo hace. Sonreir.
viernes, enero 07, 2005
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