Cada capítulo que veo es una experiencia interesante. En cada episodio que escriben, que emiten, hay algo que hace que merezca la pena estar delante de la pantalla durante los escasos 45 minutos que dura. Una frase, un gesto, tal vez un rostro sea el desencadenante de la emociión, de la sonrisa, de la amargura, de la tristeza.
Hoy no ha sido de otro modo.
Hoy, de manera extraordinaria, el título forma parte del capítulo. Es una línea de texto, no más. La última, concretamente. Pero desencadena un aluvión de imágenes mentales de qué hay detrás, de porqué puede llegar a ser importante, cuáles son las razones por las que otros millones de personas se quedan mirando sin ganas de que acabe pero, al mismo tiempo, deseando que llegue el final para poder seguir con ello durante un segundo, un minuto, una hora, una vida.
No, no es trascendente. Sólo es un pedazo de ficción televisiva. Mañana habrá otro.
Tal vez ése sea el significado.
Que no hay significado.
Que tan sólo es un momento, como los ha habido tantos antes y los habrá después.
Tan sólo un episodio, como los 50 que ha habido antes y todos los que vengan después.
Tan sólo apenas una hora de un día, como los miles que has vivido y los menos que te quedan por vivir.
Pero también es lo contrario.
Que siendo tan sólo un momento. Un episodio. Un segundo, es importante porque la vida, mi vida, se construye a cada momento, cada episodio, cada segundo.
Con actores principales y secundarios, con figurantes que son poco más que eso. Con esporádicas presencias de brillantes invitados que desaparecen tras el telón que cae al final de un capítulo, un momento, un día, una vida...
Sigamos escribiendo, suspirando, amando, viviendo hasta que no quede inspiración.
Porque después no hay nada.
¿Verdad?
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La foto es de Kathryn Winnick, la actriz invitada al capítulo de House de hoy.
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