lunes, mayo 19, 2008

La muerte es triste


No era la una todavía cuando sonó el teléfono para informar que José había muerto. Desperté a Eva para decirle, despacio, que su padre ya no respiraba más y lloró lágrimas que no serán las últimas que derrame. La tristeza que ha habitado durante estas semanas en casa seguirá mucho tiempo, porque con José se va de este mundo el otro hombre de su vida.

Hay poco alivio que ofrecer a los cinco hermanos, poco más que calma y presencia constante, amor y silencio.

José ha acabado sus días tranquilamente, sin dolor pero con pesar, casi hastiado de sufrir las cinco semanas que llevaba enjaulado en la cama de un hospital, pese a que nunca se haya cansado de vivir. Había salido de trances duros y amargos, había enterrado a la mujer que le acompañó siempre (y a la cual, para mi desgracia, nunca conocí) pero su riñón, su corazón, sus pulmones no han podido aguantar las ganas que tenía de aferrarse a sus hijos, a sus nietos, a todos los que le rodeábamos y queríamos.

Quedamos huérfanos de sus historias, de sus cacerías, de sus rabietas y de su humor morellano, de su andar tembloroso y de sus ronquidos suaves en el sofá.

Quedamos y seguimos viviendo, pero mucho más tristes.

La muerte es una mierda.

No hay comentarios: