En la última cena de empresa, un amigo se apiadó del poco arte que tengo para ir hacienzo zetas por la noche valenciana y me llevó a casa. La causa fue el vino, por supuesto, que estaba muy bueno y no dejaba de caer en el buche, y la cena, a la que calificaremos benévolamente de escasa. Eso sí, la presentación fue muy bonita y el ambiente encantador.
Algo así es lo que sentí una vez llegué a mi cueva.
Algo así es lo que sentí una vez llegué a mi cueva.
No lo intentes fuera de casa, amiguit@. Dejarán de hablarte tus conocid@s.
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