Dios creó la tierra, pero la tierra no tenía sostén
y así bajo la tierra creó un ángel.
Pero el ángel no tenía sostén
y así bajo los pies del ángel creó un peñasco hecho de rubí.
Pero el peñasco no tenía sostén
y así bajo el peñasco creó un toro con 4 mil ojos, orejas, narices, bocas, lenguas y pies.
Pero el toro no tenía sostén
y así bajo el toro creó un pez llamado Bahamut,
y bajo el pez puso agua,
y bajo el agua puso oscuridad,
y la ciencia humana no ve más allá de ese punto.
Otros declaran que la tierra tiene su fundamento en el agua; el agua, en el peñasco; el peñasco, en la cerviz del toro; el toro, en un lecho de arena; la arena, en Bahamut; Bahamut, en un viento sofocante; el viento sofocante, en una neblina. La base de la neblina se ignora.
Tan inmenso y tan resplandeciente es Bahamut que los ojos humanos no pueden sufrir su visión. Todos los mares de la tierra, puestos en una de sus fosas nasales, serían como un grano de mostaza en mitad del desierto. En la noche 496 del libro de Las Mil y Una Noches, se refiere que a Isa (Jesús) le fue concedido ver a Bahamut y que, lograda esa merced, rodó por el suelo y tardó tres días en recobrar el conocimiento. Se añade que bajo el desaforado pez hay un mar, y bajo el mar un abismo de aire, y bajo el aire, fuego, y bajo el fuego, una serpiente que se llama Falak, en cuya boca están los infiernos.
La ficción del peñasco sobre el toro y del toro sobre Bahamut y de Bahamut sobre cualquier otra cosa parece ilustrar la prueba cosmológica de que hay Dios, en la que se argumenta que toda causa requiere una causa anterior y se proclama la necesidad de afirmar una causa primera, para no proceder en infinito.
Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero
El Libro de los Seres Imaginarios, 1967
El Libro de los Seres Imaginarios, 1967
Copiado, vilmente, evidentemente, de el hombre que comía diccionarios.
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