La mañana ha salido muy gris. Húmeda, como es más que habitual en la ciudad, pero no tanto como la de ayer, que casi se podía cortar con un cuchillo. Tanto llovió que en algunas pequeñas poblaciones cercanas y barrios del norte de New York City se cortó la luz, y hasta se cerraron algunas avenidas.
El propósito de la mañana, teniendo en cuenta que hemos empezado a desayunar a las 10, era visitar la Zona Cero. Ayer ya me dijo Santi, que también está por aquí, que producía cierta impresión, que te hacía ponerte serio.
Lo primero es sacar el bono de un día para el autobús, para disponer de un medio de transporte barato y que nos lleve a todas partes. Está todo tan lejos aquí que plantearse ir a todos sitios andando es imposible. Así que, una vez en al M5, bajamos por la avenida Lexington y pasamos por Chinatown. Es increíble, está todo el chino, la gente pasa de integrarse de una manera espectacular. Es como una ciudad dentro de la ciudad, completamente diferente a lo que hemos visto hasta ahora.
Nos apeamos frente al edificio del ayuntamiento, pero el retén policial es tan grande que nos impide acercarnos a más de 100 metras de la fachada, así que nos encaminamos directamente al lugar que hemos venido a visitar.
Bueno, el hueco que hay entre los demás edificios de la zona financiera es grande, enorme. Como mejor se aprecia es desde el centro de negocios que está junto al río, ya que permite una posición elevada. Desde la calle, donde ya se puede apreciar el comienzo del centro de comunicaciones que ha diseñado Calatrava, se ve bien, pero hay dos vallas que impiden que las imágenes salgan decentes. Rodean toda la manzana, y para cruzar hacia el lado del río hay dos pasarelos desde las cuales se pueden ver las nuevas líneas del metro que están en el mismo lugar que las que se hundieron.
Pero no es triste. Al menos, a mí no me lo parece. No estuve antes, y no puedo comparar, y aunque seguí en directo por televisión todo lo que sucedió el decimoprimer día de septiembre de hace cuatro años, observar las obras de las nuevas instalaciones que se van a levantar en el mismo lugar donde estaban las Torres Gemelas no me ha producido ningún desasosiego.
Es más, me parece un tanto exagerado lo que pone en las vitrinas que están en las vallas que rodean el hueco: “A nuestros héroes”. No es esa precisamente la concepción de un héroe que tengo yo.
Dentro de unos años, cuando hayan construido el singular edificio que se elevará sobre los cimientos de lo que era el techo de New York, regresaré y contemplaré cómo ha cambiado este preciso lugar, y por supuesto que subiré a lo más alto de las más alta escalera para contemplar, desde los cielos, la inigualable imagen de la ciudad de mis sueños.
Después, un paseo por el parque, la imprescindible visita a Wall Street - para entrar en la cual tenemos que dar un rodeo, ya que están grabando una escena de una película y no se puede pasar-, un almuerzo más sano de lo que acostumbramos y de regreso al hotel, que hay que prepararse para el teatro.
De nuevo hacia arriba, en esta ocasión con el M15 y por la Primera Avenida, desde la que se ve el inicio de los puentes que llevan hasta Brooklyn. Bajamos del autobús junto al complejo de edificios de las Naciones Unidas, pero de nuevo el imponente cuerpo de seguridad y la cantidad de rejas nos quitan las ganas de intentar entrar. Tal vez mañana por la mañana haya más ánimo, pero ahora no es el momento.
Carol sonríe cada vez que lo nombramos, y lo hemos hecho en muchas ocasiones a lo largo del día. Hoy nos vamos a ver un musical, El fantasma de la ópera.
Luego lo contaré.
El propósito de la mañana, teniendo en cuenta que hemos empezado a desayunar a las 10, era visitar la Zona Cero. Ayer ya me dijo Santi, que también está por aquí, que producía cierta impresión, que te hacía ponerte serio.
Lo primero es sacar el bono de un día para el autobús, para disponer de un medio de transporte barato y que nos lleve a todas partes. Está todo tan lejos aquí que plantearse ir a todos sitios andando es imposible. Así que, una vez en al M5, bajamos por la avenida Lexington y pasamos por Chinatown. Es increíble, está todo el chino, la gente pasa de integrarse de una manera espectacular. Es como una ciudad dentro de la ciudad, completamente diferente a lo que hemos visto hasta ahora.
Nos apeamos frente al edificio del ayuntamiento, pero el retén policial es tan grande que nos impide acercarnos a más de 100 metras de la fachada, así que nos encaminamos directamente al lugar que hemos venido a visitar.
Bueno, el hueco que hay entre los demás edificios de la zona financiera es grande, enorme. Como mejor se aprecia es desde el centro de negocios que está junto al río, ya que permite una posición elevada. Desde la calle, donde ya se puede apreciar el comienzo del centro de comunicaciones que ha diseñado Calatrava, se ve bien, pero hay dos vallas que impiden que las imágenes salgan decentes. Rodean toda la manzana, y para cruzar hacia el lado del río hay dos pasarelos desde las cuales se pueden ver las nuevas líneas del metro que están en el mismo lugar que las que se hundieron.
Pero no es triste. Al menos, a mí no me lo parece. No estuve antes, y no puedo comparar, y aunque seguí en directo por televisión todo lo que sucedió el decimoprimer día de septiembre de hace cuatro años, observar las obras de las nuevas instalaciones que se van a levantar en el mismo lugar donde estaban las Torres Gemelas no me ha producido ningún desasosiego.
Es más, me parece un tanto exagerado lo que pone en las vitrinas que están en las vallas que rodean el hueco: “A nuestros héroes”. No es esa precisamente la concepción de un héroe que tengo yo.
Dentro de unos años, cuando hayan construido el singular edificio que se elevará sobre los cimientos de lo que era el techo de New York, regresaré y contemplaré cómo ha cambiado este preciso lugar, y por supuesto que subiré a lo más alto de las más alta escalera para contemplar, desde los cielos, la inigualable imagen de la ciudad de mis sueños.
Después, un paseo por el parque, la imprescindible visita a Wall Street - para entrar en la cual tenemos que dar un rodeo, ya que están grabando una escena de una película y no se puede pasar-, un almuerzo más sano de lo que acostumbramos y de regreso al hotel, que hay que prepararse para el teatro.
De nuevo hacia arriba, en esta ocasión con el M15 y por la Primera Avenida, desde la que se ve el inicio de los puentes que llevan hasta Brooklyn. Bajamos del autobús junto al complejo de edificios de las Naciones Unidas, pero de nuevo el imponente cuerpo de seguridad y la cantidad de rejas nos quitan las ganas de intentar entrar. Tal vez mañana por la mañana haya más ánimo, pero ahora no es el momento.
Carol sonríe cada vez que lo nombramos, y lo hemos hecho en muchas ocasiones a lo largo del día. Hoy nos vamos a ver un musical, El fantasma de la ópera.
Luego lo contaré.
1 comentario:
Ya veo que has establecido contacto con el "jodido calcador"... Habría que verlo por un "bujero"... como a vosotros! Aprovechad y seguid pasándolo genial!!!
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