Hoy voy a cumplir dos de mis grandes deseos en la capital del mundo. Bueno, uno no lo he satisfecho plenamente, me he quedado a las puertas por la rubia esa de bote que no me quer'ia dejar pasar. Pero el segundo no se me escapa, que lo tengo m'as que amarrado desde hace meses.
Era abril y servidor ya ten'ia las entradas del partido que iban a jugar esta noche los New York Yankees y los Boston White Sox. El primero de la temporada en el Yankee Stadium, en mitad del Bronx, en el que se iban a enfrentar los grandes rivales de las grandes ligas del b'eisbol profesional americano.
Para llegar a la calle 161 cojo el metro. Una mala experiencia, ya que pasan cinco sin que me pueda subir, de lo abarrotados que iban. Y, una vez en el vag'on, se para en medio del t'unel porque, dicen, hay obreros en las v'ias. Total, que un recorrido que se hace con normalidad en 15 minutos, lo completo en una hora. Paciencia.
Claro, al llegar, est'an esperando Enrique, nuestro anfitri'on, Carol y Emi desde hace un rato. Sal'i hace 12 horas de la casa y llego tarde a un sitio en el que sab'ia que ten'ia que estar a esta hora desde hace cuatro meses. Paciencia.
El b'esibol es un muy curioso deporte. Verlo es armarse de paciencia, porque como dice Carolina, no pasa casi nada en el campo.
Pero estar en el campo es toda una experiencia. Los colores, las banderas, la gente... sobre todo la gente, que es distinta a la que estamos acostumbrados en el f'utbol patrio. En general, son m'as gordos, la verdad. Pero tambi'en m'as calmados. Y eso que son los grandes rivales. BUCK FOSTON, dice un cartel cerca de donde estamos sentados.
Hacemos varias fotos y Carol graba con su DVD. Nos dirigimos a nuestros asientos, que para mi sorpresa no est'an cubiertos: lo cual es malo, porque en breve se pone a llover. El campo se ve bien, tal vez una parte de la zona exterior izquierda queda fuera de nuestra vista. Pero no es tr'agico, son buenas localidades.
Tras los imprescindibles perritos y patatas fritas, regresamos a nuestras butacas. Es la quinta entrada (como esto no lo sabr'a nadie, m'as o menos la mitad del partido) y, mientras los encargados arreglan un poco la arena, la parejita se dedica a hacer unas tonter'ias de las suyas delante de la c'amara, saludando a la famlia, en los asientos.
De repente, un tipo alto con una cosa amarilla por encima en la que indica STAFF se pone a decirnos cosas.
Que se nos quiere llevar la c'amara! Mire usted, buen hombre, que no sab'iamos que no se pod'ia grabar, que no somos ladrones ni terroristas, que si quiere le ense;amos lo que hemos grabado y, si se empe;a, hasta lo borramos.
Pero el tipo no traga. Que le demos el disco o que nos vayamos del estadio.
Carol y Emi se miran. En el disco est'a todo lo que han grabado durante los 'ultimos tres d'ias. Y, para chulos, los de Madrid. As'i que nos vamos.
El tipo de amarillo (no, yo no, el que trabaja en el campo) llama a una polic'ia y le dice que haga el favor de acompa;arnos a una salida. En el camino, la chica habla con Enrique, que le pregunta por las razones por las que nos expulsan del campo. "Seguridad", no hace m'as que repetir la madera. Claro, es normal, con dos minutos de caranto;as y saludos se puede provocar un desastre nacional.
Toca las narices, pero tampoco es para ponerse tr'agicos. Hemos visto medio partido, he tenido la experiencia que quer'ia y no pillamos atasco a la salida, por lo que llegaremos pronto a casa y podremos descansar m'as, que ma;ana regresamos a la city.
Paramos por el camino, para ver el perfil nocturno de la ciudad. El fulgor de la izquierda es la luz del campo de los Yankees. Del cual me despido hasta otra, ya que estoy seguro que volver'e. Y me dejar'e la c'amara en casa.
Era abril y servidor ya ten'ia las entradas del partido que iban a jugar esta noche los New York Yankees y los Boston White Sox. El primero de la temporada en el Yankee Stadium, en mitad del Bronx, en el que se iban a enfrentar los grandes rivales de las grandes ligas del b'eisbol profesional americano.
Para llegar a la calle 161 cojo el metro. Una mala experiencia, ya que pasan cinco sin que me pueda subir, de lo abarrotados que iban. Y, una vez en el vag'on, se para en medio del t'unel porque, dicen, hay obreros en las v'ias. Total, que un recorrido que se hace con normalidad en 15 minutos, lo completo en una hora. Paciencia.
Claro, al llegar, est'an esperando Enrique, nuestro anfitri'on, Carol y Emi desde hace un rato. Sal'i hace 12 horas de la casa y llego tarde a un sitio en el que sab'ia que ten'ia que estar a esta hora desde hace cuatro meses. Paciencia.
El b'esibol es un muy curioso deporte. Verlo es armarse de paciencia, porque como dice Carolina, no pasa casi nada en el campo.
Pero estar en el campo es toda una experiencia. Los colores, las banderas, la gente... sobre todo la gente, que es distinta a la que estamos acostumbrados en el f'utbol patrio. En general, son m'as gordos, la verdad. Pero tambi'en m'as calmados. Y eso que son los grandes rivales. BUCK FOSTON, dice un cartel cerca de donde estamos sentados.
Hacemos varias fotos y Carol graba con su DVD. Nos dirigimos a nuestros asientos, que para mi sorpresa no est'an cubiertos: lo cual es malo, porque en breve se pone a llover. El campo se ve bien, tal vez una parte de la zona exterior izquierda queda fuera de nuestra vista. Pero no es tr'agico, son buenas localidades.
Tras los imprescindibles perritos y patatas fritas, regresamos a nuestras butacas. Es la quinta entrada (como esto no lo sabr'a nadie, m'as o menos la mitad del partido) y, mientras los encargados arreglan un poco la arena, la parejita se dedica a hacer unas tonter'ias de las suyas delante de la c'amara, saludando a la famlia, en los asientos.
De repente, un tipo alto con una cosa amarilla por encima en la que indica STAFF se pone a decirnos cosas.
Que se nos quiere llevar la c'amara! Mire usted, buen hombre, que no sab'iamos que no se pod'ia grabar, que no somos ladrones ni terroristas, que si quiere le ense;amos lo que hemos grabado y, si se empe;a, hasta lo borramos.
Pero el tipo no traga. Que le demos el disco o que nos vayamos del estadio.
Carol y Emi se miran. En el disco est'a todo lo que han grabado durante los 'ultimos tres d'ias. Y, para chulos, los de Madrid. As'i que nos vamos.
El tipo de amarillo (no, yo no, el que trabaja en el campo) llama a una polic'ia y le dice que haga el favor de acompa;arnos a una salida. En el camino, la chica habla con Enrique, que le pregunta por las razones por las que nos expulsan del campo. "Seguridad", no hace m'as que repetir la madera. Claro, es normal, con dos minutos de caranto;as y saludos se puede provocar un desastre nacional.
Toca las narices, pero tampoco es para ponerse tr'agicos. Hemos visto medio partido, he tenido la experiencia que quer'ia y no pillamos atasco a la salida, por lo que llegaremos pronto a casa y podremos descansar m'as, que ma;ana regresamos a la city.
Paramos por el camino, para ver el perfil nocturno de la ciudad. El fulgor de la izquierda es la luz del campo de los Yankees. Del cual me despido hasta otra, ya que estoy seguro que volver'e. Y me dejar'e la c'amara en casa.
1 comentario:
No pasa nada... Yo te llevaré al Bernabeu (o al Carlos Belmonte). Pasaremos previamente por el frankfurt de la esquina a por perritos y patatas... y veremos las dos partes del prtido.
Sigue dándonos envidia!!!
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