lunes, agosto 15, 2005

Mojándonos por New York City

Tras un día muy tranquilo en la casa y en el centro comercial, en el que comimos deliciosamente e hicimos el chorra todo lo que pudimos, hoy hemos venido de nuevo a la ciudad. Nos quedaremos aquí durante tres días, en un hotel de la 3ª Avenida que cuesta un poco más de lo que tenía previsto, pero un par de noches en la ciudad valen la pena.

Enrique nos ha dejado en la puerta del hotel y ha regresado con su mujer y el niño, al hospital. Es un anfitrión excepcional. Tras dejar las maletas en mi habitación (la de Carol y Emi no estaba preparada todavía), nos hemos puesto a andar Avenida Lexington abajo, en dirección a la calle 42.

Dependiendo de la hora a la que terminemos de comer, tenemos previsto acercarnos a la Zona Cero y, después, coger un barco de los que tenemos en el City Pass para ver la isla desde el mar. Intentaremos coger el último de la jornada, para verla iluminada.

Cuando vamos a comenzar a andar en dirección oeste entramos, en primer lugar, en Grand Central, la estación de trenes que está en la misma calle a cuyo final nos dirigimos. Ya estuve aquí el otro día, pero es muy bonito y la parejita no la ha visto.

Al salir… ¡sorpresa! Está lloviendo mucho, mucho, mucho.

Hace sol pero, al fin, la enorme humedad del ambiente y las gotas que habíamos cogido en la autopista de entrada se convierten en una manta de agua que nos impide ir más allá de la esquina de la estación.

Tras más de un cuarto de hora de esperar, y en vista que no hacía ademán de amainar, aprovechamos que flojea un poco y nos decidimos a emprender camino, con la esperanza de encontrar pronto algún sitio para comer, ya que pasan de las 2 y media. Por suerte, enseguida encontramos un Friday’s, un restaurante de la misma cadena en la que tomamos nuestra primera comida hace ya diez días con Mariana.

Ahora sí, ahora nos vamos hacia el puerto. No nos dará tiempo de llegar hasta la zona sur de la ciudad y estar el tiempo que se merece, ya que el barco sale a las 7 de la tarde, por lo que nos decidimos ir hasta el extremo oeste de la calle, hasta el embarcadero, y subir al Circle Line Cruiser.

Si vas a venir alguna vez a esta ciudad, es algo que debes hacer. Y el de esta hora es el mejor, ya que ves la ciudad de día y de noche. Delicioso, maravilloso, emocionante…

Una lástima que la lluvia no deje ver como se merezca el perfil de los edificios y que el continuo movimiento del barco (unido a mi preocupante Parkinson) impida que las fotos salgan muy lucidas.

Pero merece la pena, de verdad. Durante un buen rato, mientras pasamos por debajo del Puente de Brooklyn, permanezco solo en la cubierta, a la intemperie, mojándome con la lluvia, para tener la irrepetible experiencia de cruzar el East River por debajo del puente que tantas veces he visto en el cine, en la tele, en los tebeos, en el que tantas cosas han sucedido en las historias que he leído y que se ambientan en esta ciudad. Sólo será comparable a la que tendré cuando lo atraviese andando, mañana o tal vez pasado, y disfrute de más cerca de los impresionantes cables que sustentan el tráfico y a las personas (hoy, ninguna) que pasean por él.

Cuando bajamos del barco sigue lloviendo, y no poco, precisamente.

Todo el pasaje se amontona en la puerta del embarcadero, mientras que nosotros nos decidimos a cruzar la calle y buscar un taxi. La gente nos mira pensando que estomas locos, pero pasamos a la calle 42 y, en menos de 5 minutos, ya estamos de camino al hotel.

El conductor escucha lo que quiere y nos lleva un poco más al norte de lo que toca, pero enseguida (19 dólares después, concretamente), estamos subiendo a las habitaciones.

Toda una aventura que, parece, ha acabado por hoy.

Pero no hay problema, quedan dos días enteros para seguir disfrutando.














1 comentario:

Anónimo dijo...

Eh, niño, me alegra que lo estés disfrutando tanto. Menuda envidia(de la sana, claro está). Te leo casi todos los días y me están dando unas ganas de visitar N.Y!!!
Ale xiquet, disfruta los pocos días que te quedan.
Adeuuuu.