lunes, agosto 01, 2005

Un día en las carreras

CJLC, en un trance de la carrera
Si conducir un coche es una experiencia muy divertida, hacerlo en un circuito y sin mas limitaciones que las ruedas que lo delimitan es... extraordinaria.

Ayer sábado, por la mañana, nos lo pasamos como verdaderos chavales en el circuito de Cheste.

Aunque había podio y champán para el ganador, que se extendió sobre todos los participantes pasado el mediodía; no era el grande, el que sale en la tele, sino uno más discretito que está en el exterior y donde se hacen carreras de aficionados sobre carts.

Gracias a la sagacidad del cuñao, ese Quique que quedó subcampeón otra vez muy a su pesar, corrimos y corrimos y servidora quedó en un más que meritorio segundo puesto... ¡¡¡por la cola!!!

La posición final no es importante. Al menos no lo es para mí. Sí que lo es la diversión, las risas, los temblores de manos, esos choques frontales que están prohibidos, dar una vuelta completa haciendo trompos en cada curva, conseguir la vuelta más lenta de los 29 participanes con unos muy meritorios 71 segundos y medio cuando el récord del circuito está en 37"34 décimas... incluso el dolor de espaldad del día de después.

Aunque sólo conocía a otros cuatro participantes –el mencionado Enrique, Picolo, Emi y Ángel–, la mañana se pasó estupendamente entre botellas de agua, fanta y sobre todo mucha cerveza, pastas y olor a gasolina. Si acaso, faltaron las animadoras, ya que las mujeres que acudieron no estaban por la labor de enseñar sus... argumentos.

Hay dos imágenes. Ambas, con demasiada luz, porque el día era realmente soleado y la máquina no está preparada para tales circunstancias atmosféricas.

La que está bien encuadrada corresponde a un momento de la parrilla de salida de Ángel, quien consiguió clasificarse para la final al hacer la octava mejor vuelta de todos los participantes. Y la otra es servidor, tras uno de los (pocos) momentos brillantes de sus 34 vuetas al circuito, al finalizar un doble adelantamiento que quitó el hipo de algún grillo que miraba al calor de la mañana. Y sí, lo habéis reconocido, el dedo es de Castaños, ese gran camera-man que no sabía dónde estaba el objetivo de la cámara de mi móvil.

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